viernes, 12 de mayo de 2017

LA ALIMENTACIÓN SANA NO ES UNA ENFERMEDAD

El otro día me llegó un artículo sobre la ortorexia en twitter, y lo leí por curiosidad.
No sólo estaba mal redactado, sino que daba información parcial que podía llevar a creer que todos los que nos alimentamos primando la salud por encima de otras cosas, somos ortoréxicos. Obviaba algo importante que sí explica la definición médica de ortorexia: este término se aplica a los que pasan más horas preocupados por su alimentación que en cualquier otra cosa, y hacen de ésta el centro de su vida. Básicamente, lo que se podría decir de cualquier conducta compulsiva o adicción, se manifieste bajo la forma que sea.
Vaya por delante que tampoco estoy de acuerdo con estas etiquetas “oficiales” que cada vez más, se ponen a ciertos trastornos. El trastorno “X”, sea cual fuere, en realidad tiene que ver con un problema de fondo y no con la comida u otros. Digamos que el campo concreto en el que se evidencia, es decir lo que se aprecia externamente, es sólo el síntoma. Suelen coincidir los rasgos psicológicos de personas con trastornos de la alimentación con los de las que tienen trastornos obsesivo compulsivos (T.O.C.), así que en realidad lo de menos es cómo o a través de qué, se manifiesta la ansiedad o problemática que hay. De hecho, según mi opinión personal, no se trata tanto de enfermos o enfermedades, sino de síntomas que están poniendo de relieve que nuestro modo de vida no es el más recomendable, pues cada vez se dan más conductas “anómalas”, en las que la persona se refugia en lo que sea, para no enfrentar su problemática.
En el artículo, que eliminé al terminar y no he conseguido rescatar para escribir esto, decía algo así como que los ortoréxicos son personas que se obsesionan por comer sano, entendiendo por “sano” el excluir ciertos alimentos de la dieta porque los consideran dañinos. Aquí está el primer error de concepto, tanto de este escrito como de la definición “oficial”: lo que no es sano, no lo puede ser: cualquier dieta llevada al extremo es insalubre al margen de sus características concretas. Así que un ortoréxico no puede obsesionarse con “comer sano” cuando no lo está haciendo en la práctica. Tal como se explica, sería el equivalente a tratar de enfermos a todos los que eligen una dieta saludable (dentro de sus posibilidades).
El segundo error -siempre según mi opinión personal y no de experta-, es que el artículo mete en el mismo saco a quienes no quieren tomar productos animales, a quienes toman complementos dietéticos, a quienes excluyen alimentos con aditivos químicos y/o alimentos transgénicos, y a deportistas o culturistas, que consumen preparados proteínicos especiales para potenciar su musculación.
Me parece que hay bastante diferencia entre este último grupo, que toma suplementos verdaderamente dañinos, y el de los llamados ortoréxicos. Por otro lado, no me parece que suponga ningún problema no querer elementos químicos ni transgénicos en la dieta, o prescindir de la proteína animal si se hace bien y con conocimiento de causa.
Además, se sabe que actualmente no existen las mismas proporciones de vitaminas y minerales en los alimentos “frescos” (casi siempre sinónimo de cámaras en la agricultura industrial), por la mala praxis de cultivos masivos, empleo de pesticidas y manipulación genética de algunos productos muy consumidos. Por tanto, para suplir esa carencia se deberían tomar suplementos adicionales, por lo menos en ciertos momentos o cuando surgen problemas concretos debido a esta carencia.
Por supuesto que todos los extremos son poco aconsejables, y que la línea que separa una actitud saludable de una que no lo es, estaría en cuando deja de ser una opción libre para convertirse en una fijación compulsiva, que va consumiendo más y más tiempo y espacio mental de la persona.
Se me ocurre que si existe como tal, la ortorexia podría constituir una reacción extrema al tipo de alimentación que se ha establecido como “normal”, y que es precisamente lo más antinatural que hay. Sólo hace falta ver cómo la industria alimentaria crea productos para el consumo mayoritario, que carecen de todo lo esencial para nutrir adecuadamente al organismo, y contienen un exceso de agregados artificiales que lo perjudican.
Por desgracia, los estamentos oficiales que regulan si ciertos elementos son adecuados o no, parece que favorecen sin ningún disimulo las ganancias económicas de ciertos sectores, antes que la salud de los consumidores (y esta situación ya daría para otro artículo entero).
Y nadie se pregunta por qué son tan baratos algunos productos o “alimentos”... seguro que no va a ser por su excelente calidad y por contener un tanto por ciento elevado de cacao puro en el caso del chocolate, por poner un ejemplo.
Si se añade a esto la desinformación y un exceso de publicidad de ciertas marcas alimentarias, y lo que es peor, determinados conceptos que vienen de sectores oficiales (*) y que se divulgan en los medios, está claro que la población no va a hacer el esfuerzo económico de invertir más en alimentos de calidad.
Siguiendo con la clasificación de este trastorno al que se ha llamado ortorexia, obsesionarse con la alimentación hasta el punto de hacerla el centro de la vida, no es precisamente síntoma de equilibrio emocional, pero como he dicho ya, esto no tiene tanto que ver con la alimentación en sí, como con enmascarar un problema personal que puede ser común a múltiples trastornos, se manifiesten estos como se manifiesten: a través de la comida, de otras sustancias o de comportamientos dañinos.
Y ya para terminar, me pregunto por qué se considera disfuncional querer cuidarse -aunque no se haga del todo bien-, y en cambio, aparece como aceptable maltratar el cuerpo comiendo o bebiendo cualquier cosa, sin preocuparse por los efectos nocivos que esto pueda tener a corto y largo plazo. Tanto en el propio concepto como en su descripción, detecto cierto rechazo a la tendencia actual, afortunadamente cada vez más extendida, de buscar modos alternativos de vida y de salud, pasando también por una alimentación respetuosa no sólo con el cuerpo, sino también con el medio ambiente. Y si no, ¿cómo podría llamarse a quienes consumen todo tipo de comida-basura y hacen alarde de ello, menospreciando a los que optan por un tipo de productos más acorde con lo natural? (**) ¿Basuréxicos? Sin embargo, a esto no se le considera una “enfermedad”.

Me vais a disculpar si he cometido errores, pues no soy una profesional de la alimentación, aunque sí me interesa este tema desde hace tiempo; y también la extensión: quizás he querido decir mucho, y lo cierto es que habría querido decir aún más.

(*) Dosis recomendadas diariamente como paradigma de salud y buena alimentación (algunas de ellas divulgadas en tv): tomar proteína animal una o dos veces, beber de dos litros y medio a tres litros de agua o comer de cinco a siete piezas de fruta. En los dos últimos casos no sólo son cantidades exageradas, sino que no se tiene en cuenta si es invierno o verano, épocas en las que necesidades del cuerpo cambian rotundamente.
Aparte de que cada persona es única y pueden variar sus baremos, existe la autoregulación corporal (darle al cuerpo lo que pide y necesita, sin escatimar ni excederse)...
Y en la pirámide alimentaria que se enseña en los colegios y es el modelo instaurado, los cereales están en la base (lo que significa un consumo excesivo), por no hablar de las dietas que hay en hospitales y colegios, que generalmente son muy poco saludables: gelatinas y flanes industriales (cargados de colorantes y demás aditivos), yogur industrial con azúcar blanco, galletas o bollería (grasas trans y harina más azúcar refinados), pan blanco, etc., y normalmente de la peor calidad.

(**) Ver uno de los puntos de la definición que se hace de los ortoréxicos: hacen alarde de su modo de alimentación, menospreciando a quienes no se comportan igual o no están de acuerdo con su teoría.


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