El
otro día me llegó un artículo sobre la ortorexia en twitter, y lo
leí por curiosidad.
No
sólo estaba mal redactado, sino que daba información parcial que
podía llevar a creer que todos los que nos alimentamos primando la
salud por encima de otras cosas, somos ortoréxicos. Obviaba algo
importante que sí explica la definición médica de ortorexia: este
término se aplica a los que pasan más horas preocupados por su
alimentación que en cualquier otra cosa, y hacen de ésta el centro
de su vida. Básicamente, lo que se podría decir de cualquier
conducta compulsiva o adicción, se manifieste bajo la
forma que sea.
Vaya
por delante que tampoco estoy de acuerdo con estas etiquetas
“oficiales” que cada vez más, se ponen a ciertos trastornos. El
trastorno “X”, sea cual fuere, en realidad tiene que ver con un
problema de fondo y no con la comida u otros. Digamos que el campo
concreto en el que se evidencia, es decir lo que se aprecia
externamente, es sólo el síntoma. Suelen coincidir los rasgos
psicológicos de personas con trastornos de la alimentación con
los de las que tienen trastornos obsesivo compulsivos (T.O.C.),
así que en realidad lo de menos es cómo o a través de qué, se
manifiesta la ansiedad o problemática que hay. De hecho, según
mi opinión personal, no se trata tanto de enfermos o enfermedades,
sino de síntomas que están poniendo de relieve que nuestro modo de
vida no es el más recomendable, pues cada vez se dan más conductas
“anómalas”, en las que la persona se refugia en lo que sea, para
no enfrentar su problemática.
En
el artículo, que eliminé al terminar y no he conseguido rescatar
para escribir esto, decía algo así como que los ortoréxicos son
personas que se obsesionan por comer sano, entendiendo
por “sano” el excluir ciertos alimentos de la dieta porque los
consideran dañinos. Aquí está el primer error de concepto, tanto
de este escrito como de la definición “oficial”: lo que no es
sano, no lo puede ser: cualquier dieta llevada al extremo es
insalubre al margen de sus características concretas. Así que un
ortoréxico no puede obsesionarse con “comer sano” cuando no lo
está haciendo en la práctica. Tal como se explica, sería el
equivalente a tratar de enfermos a todos los que eligen una dieta
saludable (dentro de sus posibilidades).
El
segundo error -siempre según mi opinión personal y no de experta-,
es que el artículo mete en el mismo saco a quienes no quieren tomar
productos animales, a quienes toman complementos dietéticos, a
quienes excluyen alimentos con aditivos químicos y/o alimentos
transgénicos, y a deportistas o culturistas, que consumen preparados
proteínicos especiales para potenciar su musculación.
Me
parece que hay bastante diferencia entre este último grupo, que toma
suplementos verdaderamente dañinos, y el de los llamados
ortoréxicos. Por otro lado, no me parece que suponga ningún
problema no querer elementos químicos ni transgénicos en la dieta,
o prescindir de la proteína animal si se hace bien y con
conocimiento de causa.
Además,
se sabe que actualmente no existen las mismas proporciones de
vitaminas y minerales en los alimentos “frescos” (casi siempre
sinónimo de cámaras en la agricultura industrial), por la mala
praxis de cultivos masivos, empleo de pesticidas y manipulación
genética de algunos productos muy consumidos. Por tanto, para suplir
esa carencia se deberían tomar suplementos adicionales, por lo menos
en ciertos momentos o cuando surgen problemas concretos debido a esta
carencia.
Por
supuesto que todos los extremos son poco aconsejables, y que la línea
que separa una actitud saludable de una que no lo es, estaría en cuando
deja de ser una opción libre para convertirse en una fijación
compulsiva, que va consumiendo más y más tiempo y espacio mental de
la persona.
Se
me ocurre que si existe como tal, la ortorexia podría constituir una
reacción extrema al tipo de alimentación que se ha establecido como
“normal”, y que es precisamente lo más antinatural que hay. Sólo
hace falta ver cómo la industria alimentaria crea productos para el
consumo mayoritario, que carecen de todo lo esencial para nutrir
adecuadamente al organismo, y contienen un exceso de agregados
artificiales que lo perjudican.
Por
desgracia, los estamentos oficiales que regulan si ciertos elementos
son adecuados o no, parece que favorecen sin ningún disimulo las
ganancias económicas de ciertos sectores, antes que la salud de los
consumidores (y esta situación ya daría para otro artículo
entero).
Y
nadie se pregunta por qué son tan baratos algunos productos o
“alimentos”... seguro que no va a ser por su excelente calidad y
por contener un tanto por ciento elevado de cacao puro en el caso del
chocolate, por poner un ejemplo.
Si
se añade a esto la desinformación y un exceso
de publicidad de ciertas marcas alimentarias, y lo que es peor,
determinados conceptos que vienen de sectores oficiales (*) y que se
divulgan en los medios, está claro que la población no va a hacer
el esfuerzo económico de invertir más en alimentos de calidad.
Siguiendo
con la clasificación de este trastorno al que se ha llamado
ortorexia, obsesionarse con la alimentación hasta el punto de
hacerla el centro de la vida, no es precisamente síntoma de
equilibrio emocional, pero como he dicho ya, esto no tiene tanto que
ver con la alimentación en sí, como con enmascarar un problema
personal que puede ser común a múltiples trastornos, se manifiesten
estos como se manifiesten: a través de la comida, de otras
sustancias o de comportamientos dañinos.
Y
ya para terminar, me pregunto por qué se considera disfuncional
querer cuidarse -aunque no se haga del todo bien-, y en cambio,
aparece como aceptable maltratar el cuerpo comiendo o bebiendo
cualquier cosa, sin preocuparse por los efectos nocivos que esto pueda
tener a corto y largo plazo. Tanto en el propio concepto como en su
descripción, detecto cierto rechazo a la tendencia actual,
afortunadamente cada vez más extendida, de buscar modos alternativos
de vida y de salud, pasando también por una
alimentación respetuosa no sólo con el cuerpo, sino también con el
medio ambiente. Y si no, ¿cómo podría llamarse a
quienes consumen todo tipo de comida-basura y hacen alarde de ello,
menospreciando a los que optan por un tipo de productos más acorde
con lo natural? (**) ¿Basuréxicos? Sin embargo, a esto no se le
considera una “enfermedad”.
Me
vais a disculpar si he cometido errores, pues no soy una profesional
de la alimentación, aunque sí me interesa este tema desde hace
tiempo; y también la extensión: quizás he querido decir mucho, y
lo cierto es que habría querido decir aún más.
(*)
Dosis recomendadas diariamente como paradigma de
salud y buena alimentación (algunas de ellas divulgadas en tv):
tomar proteína animal una o dos veces, beber de dos litros y
medio a tres litros de agua o comer de cinco a
siete piezas de fruta. En los dos últimos casos no sólo
son cantidades exageradas, sino que no se tiene en cuenta
si es invierno o verano, épocas en las que necesidades del cuerpo
cambian rotundamente.
Aparte
de que cada persona es única y pueden variar sus baremos, existe la
autoregulación corporal (darle al cuerpo lo que pide y necesita, sin
escatimar ni excederse)...
Y
en la pirámide alimentaria que se enseña en los colegios y es el
modelo instaurado, los cereales están en la base (lo que significa
un consumo excesivo), por no hablar de las dietas que hay en
hospitales y colegios, que generalmente son muy poco saludables:
gelatinas y flanes industriales (cargados de colorantes y demás
aditivos), yogur industrial con azúcar blanco, galletas o bollería
(grasas trans y harina más azúcar refinados), pan blanco, etc., y normalmente de
la peor calidad.
(**)
Ver uno de los puntos de la definición que se hace de los
ortoréxicos: hacen alarde de su modo de alimentación,
menospreciando a quienes no se comportan igual o no están de acuerdo
con su teoría.
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